Adam Schreck. AP. La insurgencia en Irak envió ayer un sangriento mensaje en la víspera del décimo aniversario de la invasión que encabezó Estados Unidos al desatar una oleada de atentados explosivos que dejó 65 muertos, en la jornada más violenta ocurrida en lo que va del año en el país.
Los casi 20 ataques que tuvieron lugar en su mayoría dentro y en los alrededores de Bagdad mostraron la crudeza de las peligrosas divisiones que persisten en Irak, más de un año después del retiro de las fuerzas estadounidenses. Al menos 240 personas resultaron heridas en los atentados.
El martes fue la jornada más sangrienta de Irak desde la del 9 de setiembre, cuando 92 personas perdieron la vida en una acometida de atentados con bombas y ataques a tiros.
La violencia ha aminorado desde que la lucha entre suníes y chiíes alcanzó su punto de mayor intensidad y puso al país al borde de la guerra civil entre 2006 y 2007. Como sea, la insurgencia ha conservado su capacidad para efectuar ataques de gran escala mientras que las rivalidades étnicas y sectarias perviven como un factor que desgarra el tejido de la unidad nacional.
La oleada de atentados estuvo cargada de simbolismo porque ocurrió en el día en que el presidente George W. Bush anunció el comienzo de las hostilidades bélicas contra Irak. Cuando dieron inicio los ataques aéreos, en Irak eran las primeras horas del 20 de marzo de 2003.