El colegio nacional Nuestra Señora de Guadalupe cumple 172 años como alma mater de peruanos ilustres.
El poeta Abraham Valdelomar, el médico Daniel Alcides Carrión, el arqueólogo Julio C. Tello, el marino Melitón Carvajal y el capitán de aviación José Abelardo Quiñones son algunos de los peruanos que aportaron a la construcción de la Patria.
Como toda institución pública en nuestro país, el Guadalupe ha atravesado etapas de gloria y, también, años de crisis.
Hoy mismo, se ve obligado a usar un local a préstamo en el Cercado de Lima, en vista de que su antigua sede –en la avenida Alfonso Ugarte– está en proceso de reconstrucción y puesta en valor. No por ello el espíritu guadalupano da su brazo a torcer.
Por décadas, el nombre de Guadalupe vivió asociado a los conceptos del patriotismo, justicia y cumplimiento del deber. Grandes maestros se encargaron de mantener encendida esa llama, desde los tiempos en que al colegio accedían solo los mejores alumnos de Lima y provincias.
El sacrificio de Carrión al inyectarse el agente transmisor de la verruga peruana, la sensibilidad de Valdelomar para plasmar en su obra una visión idílica, la pasión de Tello por desenterrar la historia y la entrega de Carvajal en el Huáscar y de Quiñones en Quebrada Seca son grandes lecciones de una convicción de patria alimentada en las aulas del Guadalupe.
Pero son apenas cinco casos de una lista en la que figuran otros guadalupanos notables, en diversas facetas del conocimiento humano: Santiago Antúnez de Mayolo, Jorge Basadre Grohmann, Carlos Cueto Fernandini, Enrique Guzmán y Valle, Clemente Palma, Enrique López Albújar, Daniel Alomía Robles, Felipe Pinglo Alva, Abelardo Gamarra “El Tunante”. La relación es larguísima.
“Guadalupe es orgullo peruano, cuna de héroes y hombres de valor” reza una estrofa del himno guadalupano que los estudiantes aprenden a cantar apenas son admitidos. La letra hace honor a una trayectoria que comenzó el 14 de noviembre de 1840, cuando el colegio nació por iniciativa del iqueño Domingo Elías y el español Nicolás Rodrigo Moreno.
Cuenta la historia que las clases se iniciaron con 32 alumnos el 7 de febrero de 1841, en un local de la calle de La Chacarilla, otrora estanco del tabaco.
Eran los primeros años de la República y los jóvenes peruanos encontraron en este centro de estudios un foco de ideas innovadoras y sentido de nación y progreso.
El debate sobre la forma de gobierno que más le convenía al Perú había sido intenso desde la década de 1820 –e incluso antes– y en él habían mostrado su fuerza las concepciones tradicionales y conservadoras. El Guadalupe jugó, entonces, un papel de afirmación republicana.
Los guadalupanos de las generaciones más recientes guardan por su colegio sentimientos que se confrontan: la evocación de un pasado glorioso, por un lado, y la constatación de una realidad compleja.
La calidad de la enseñanza que se imparte en sus aulas ha decaído, como reflejo de la situación general de la educación. En este caso, la responsabilidad es compartida: directivos, docentes, alumnos y exalumnos.
La comunidad guadalupana es numerosa y está unida por lazos que ponen a relucir un ánimo de hermanamiento. En fechas de celebración como la de hoy, cada guadalupano recuerda las primeras líneas de una marcha inolvidable: “Abrid ancho paso, las palmas batid, que va Guadalupe marchando a la lid”.
“Colegio Guadalupe. La historia” es el título del más reciente trabajo bibliográfico elaborado por guadalupanos para poner en relieve el legado de este importante colegio nacional.
El libro repasa, con visión histórica, el panorama de Lima y el Perú en 1840, año de la fundación del Guadalupe. Luego hace un recuento de la participación guadalupana en la Guerra del Pacífico y presenta una galería de héroes –civiles y militares– a lo largo de 172 años de trayectoria.
La investigación aborda también las circunstancias que permitieron al capellán Fray Juan Vargas solicitar este nombre para el plantel, lo cual se complementa con una síntesis de la historia de la Virgen de Guadalupe, desde sus posibles raíces españolas y los sucesos de su aparición a Juan Diego en Mexico.
El libro describe los diferentes locales que ocupó el colegio Guadalupe, desde su fundación en La Chacarilla en 1840, su pase temporal por un local en la plazuela de San Marcelo, hasta la construcción del nuevo local en la avenida Alfonso Ugarte y su traslado en 1908.
Incluye, asimismo, una reseña de la Asociación Guadalupana, desde su fundación en 1940.