Así como en el 2003 EE.UU. utilizó el argumento que había que invadir Irak para evitar que este país lanzara gases químicos y bacteriológicos y como en el 2011 bombardeó Libia diciendo que se preocupaba en evitar que Gadafi pudiese hacer lo mismo, ahora tanto las potencias occidentales como Israel hablan abiertamente de contemplar una intervención militar sobre Siria a fin de que sus supuestas armas de destrucción masivas no acaben en manos terroristas.
Israel advierte que gases letales podrían acabar en manos de Hizbola, el principal partido armado de Líbano, el mismo que se apoya ha los chiítas de esa nación, en Siria e irán y que se vanagloria de haber sido la primera milicia árabe en haber derrotado y expulsado a Israel de su territorio.
Si Hizbola o Hamas hubiesen querido o logrado tener esas armas tan letales, su principal proveedor hubiese sido Irak, Libia o irán.
Los ataques aéreos selectivos que Tel Aviv podría conducir sobre las supuestas plantas de gases mortales de Siria no necesariamente anularían ese peligro (pues estas pueden estar almacenadas en cuevas, búnkeres o lugares indetectables) y, mas bien, podría convertirse en un bumerán haciendo que Assad legitime su defensa apelando a la solidaridad internacional árabe o musulmana ante el “sionismo”.
Hasta el momento Washington y Londres confiesan que solo han ido ayudando a los insurgentes del Ejercito Libre Sirio con colaboraciones no letales (comunicaciones y datos de espionaje) pero la propia administración de Obama ha confesado al New York times que sus contribuciones a la opinión Siria se han ido potenciando.
Ya los principales aliados deEE.UU. en la región (Turquía, Arabia saudita, Qatar y Libia) abiertamente dan apoyo o cobertura militar al Els, mientras que Irán, Rusia y parte del Líbano e Iraq podrían alinearse militar y directamente con Assad transformando el conflicto sirio en un campo de batalla internacional donde por primera vez desde que se iniciaron las tres guerras sobre el mundo musulmán choquen otros países enemigos.