LIMA –
El secretario de Relaciones Exteriores británicos William Hague declaró que una posible nueva operación externa contra Siria es probable, pero que requerirá de más recursos y de una mayor coalición internacional que la que se dio ante Libia.
Para el público poco informado, Siria y Libia se confunden porque son dos países que comparten la misma lengua árabe y una similar pronunciación (comparten 3 de sus letras). Assad, el mandatario de Siria, es hoy día el blanco de la media occidental, tal y cual hace poco lo fue Gadafi, el asesinado hombre fuerte de Libia.
Desde los años sesentas, Siria y Libia han tenido dictaduras nacionalistas lideradas por autócratas contrapuestos al liberalismo, que fueron amigos de la Unión Soviética y que se proclamaron como socialistas, anti-imperialistas, antisionistas y propiciados de la unificación de los árabes en una gran nación contrapuesta a Occidente.
El partido gobernante sirio (el Baath) es el mismo de Husein en Iraq, quien también fue aliado de Gadafi. Esos 3 regímenes se convirtieron en demonios tras haber intentado inicialmente conciliar con Occidente o deshacerse de sus peores armas.
Irán, por su parte, ha evitado un cerco militar empleando una estrategia contestataria diferente (acelerando sus planes pro-energía nuclear y fomentando grupos armados contra Israel). Un modelo que los ayatolas siguen es el de Corea del Norte, el cual conjura posibles invasiones construyendo misiles atómicos de largo alcance.
Lo que estamos viendo en Siria repite mucho el libreto de Libia. Al hijo de Assad, así como inicialmente se lo hizo ante el hijo de Gadafi, se les elogió como modernizadores que hasta se aparejaba con una occidental. Sin embargo, cuando ambos se oponen a seguir toda la ruta que quiere EE.UU. y a hacer más concesiones y a liberalizar al país ante presiones populares, las grandes potencias llaman a deponerlos mientras que sus aliados en la región financian y arman a la oposición.
Los rebeldes sirios, como antes pasó con los libios, a pesar de autoproclamarse democráticos, reciben su principal apoyo de las monarquías más despóticas de la península arábiga. Si bien las dictaduras en descomposición masacran civiles, buena parte de las matanzas de mujeres, niños y minorías étnicas son perpetradas por los supuestos “combatientes por la libertad” tan ligados a los represores de derechos humanos en las petro-monarquías árabes.
Al igual que en Libia, grupos integristas islámicos que provienen del tronco de Al Qaeda aparecen para minar al régimen que Occidente quiere tumbar mientras que genera un caos que ayuda a las fuerzas pro-EE.UU. a avanzar.
Por el momento, tal y cual Hague asevera, no hay condiciones para una intervención extranjera, pero para que ésta se dé se requiere que Rusia y China levanten sus vetos en el Consejo de Seguridad e impedir que Irán, tan aliado de Siria, intervenga militarmente en su favor.