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JOSÉ SABOGAL

Publicado el 21/03/12

José Sabogal (1888-1956), pintor y grabador peruano, de origen español, formado en Italia, España y Argentina, que tiene como protagonista de su obra al indio contemporáneo. Está considerado como uno de los grandes intérpretes e impulsores del indigenismo peruano. Al final de su vida se dedicó al rescate y difusión de las artes populares.

De padre asturiano y madre peruana, nació en Cajabamba, al norte del país. A los doce años, después de seguir estudios en una escuela local, se traslada con una beca a estudiar a Trujillo, pero no adaptándose abandona el internado y regresa al hogar. En 1908, con los ahorros logrados durante los 4 años que trabajó en la administración de una hacienda del valle de Chicama, emprende un viaje a Italia, realizando así su sueño de artista. Visita Roma, Florencia, donde se siente muy atraído por los maestros del quattrocento y el arte de Benvenuto Cellini, que le llevó a experimentar en el diseño de joyas. Con motivo de la guerra italo-turca, se dirige al norte de África visitando Marruecos y Argelia, para más tarde viajar a España donde recibe la influencia de los pintores regionalistas Ignacio Zuloaga, los hermanos Zubiaurre y Anglada Camarasa. En 1910 se traslada a Buenos Aires y compagina el trabajo en una tintorería con las clases de pintura en la Academia de Bellas Artes, donde tiene como compañeros a Modesto Luccioni y Spilimbergo, futuros maestros de la plástica argentina. Al acabar en 1913 sus estudios en la Academia fue nombrado profesor de dibujo en la Escuela Normal de Jujuy (norte de Argentina), donde entra en contacto con Jorge Bermúdez, pintor regionalista que también había sido influido por los Zubiaurre. Son años en los que pinta el paisaje y al hombre de aquella región con un movimiento, colorido y poder de observación sorprendentes (Carnaval de Tilcara). En 1918 regresa a Perú por la sierra, quedándose varios meses en Cuzco, donde quedó deslumbrado por su pasado, sus calles y la magia de su atmósfera. Todo ello fue recogido en más de cuarenta lienzos donde reveló bellezas hasta entonces inéditas. Los nevados y las cresterías andinas, los llanos, los rostros del hombre aymara o quechua, todo ello supone el inicio de su etapa indigenista, consolidada a partir de la exposición de 1919 en Lima. La muestra obtuvo una excelente acogida por parte del pueblo y de la crítica, que elogió su sentido del color y el amor a la patria; desde entonces el indio contemporáneo se convierte en el principal protagonista de su pintura. En 1920 fue nombrado profesor de pintura de la recién creada Escuela Nacional de Bellas Artes de Lima, que dirigiría entre 1932 y 1942, y que abandonó a petición propia para dedicarse en exclusividad a la pintura. Casado en 1922 con la escritora María Wiese, viaja a México y reafirma su estilo indigenista, en contacto con el movimiento muralista mexicano y la obra de Orozco y Rivera. Un año más tarde regresa a Lima y se dedica con empeño a cultivar la pintura indigenista, creando en torno suyo un grupo de discípulos que, al igual que él, se proponen desarrollar una pintura peruana que les identifique con su cultura, su gente y el mundo en que viven (El alcalde de Chincheros). En 1926 funda con José Carlos Mariátegui la revista Amauta y en 1928 viaja a Argentina, donde expone con gran éxito. Un año más tarde expone en Lima un conjunto de xilografías que constituyen una faceta muy significativa de su producción. A partir de 1933, en que fue nombrado director de la Escuela de Bellas Artes, el indigenismo adquiere un reconocimiento oficial que se extenderá durante los diez años que permanece en el cargo. Como colofón a su vocación indigenista y a su interés por el arte popular peruano, funda en 1945 el Instituto de Arte Peruano, en el Museo Nacional, del que fue su primer director; en compañía de sus discípulos se dedicó desde entonces al estudio sistemático de las artes populares del Perú, que tuvieron en él a su gran impulsor y revalorizador. En este campo publica algunos libros, Mates burilados (1945), El toro en las artes populares del Perú (1949), dedicando el último a la imaginería, El Desván de la Imaginería Peruana, que publicó el mismo año de su muerte, 1956. Desde 1945 compartió su vida entre la pintura y las artes populares, a las que trató de potenciar desde la dirección del Instituto de Arte Peruano.



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