Las 1.400 millones que hay en circulación mantendrán su valor, pero con el tiempo quedarán para disfrute de los coleccionistas. “Nadie las quiere”, dijo el vicepresidente del país, Joe Biden.
Lo que dijo el vicepresidente es cierto. Casi el 40% de las monedas de un 1 dólar vuelve al Tesoro. El resto duerme en las máquinas expendedoras de bebidas o alimentos y en coleccionistas.
El Gobierno apuesta por las monedas más chicas (las llamadas “Quarter” (US$ 0,25) o “Dime” (US$ 0,10), más populares entre los consumidores.
Al parecer, en el Tesoro hay suficiente cantidad de monedas para la próxima década y el inventario podría llegar a 2.000 millones de monedas para 2016.
La decisión del Tesoro de frenar la producción va en sintonía con el ajuste fiscal en los EEUU. Se estima un ahorro de US$50 millones por año.
El debate renace ahora entre aquellos que quieren que se frene la impresión de billetes de un dólar (más costosa) y aquellos que dicen que las monedas de un dólar son impopulares. El norteamericano medio está más apegado y valoriza más al billete. La moneda, en cambio, termina en una lata o perdida en alguna parte del hogar.
Con las monedas de 25 y 10 centavos sucede todo lo contrario. A pesar de ser baja denominación y que la inflación las ha quitado poder adquisitivo, la gente las usa por el cariño que siente por ellas.
La tendencia mundial es hacer desaparecer los billetes de baja denominación y cambiarlos por monedas . Así sucedió en Canadá o Gran Bretaña.