La población egipcia ha estado respondiendo con entusiasmo a las primeras elecciones parlamentarias desde el derrocamiento del presidente Hosni Mubarak en febrero.
En los nueve meses transcurridos desde el fin de las tres décadas de mandato de Mubarak, el cambio político en Egipto ha tambaleado, con los militares aparentemente más centrados en preservar su poder y privilegios que en fomentar cualquier transformación democrática.
La frustración estalló la semana pasada en unas sangrientas protestas que costaron 42 vidas y obligaron al consejo militar a prometer un Gobierno civil para julio después de las elecciones parlamentarias y unas presidenciales ahora previstas para junio, mucho antes de lo anticipado previamente.
En El Cairo, Alejandría y otras zonas, los votantes esperaban pacientemente en largas filas, muchos de ellos debatiendo el futuro político de Egipto del que por primera vez sienten que pueden ser parte.
“¿No son los oficiales de las fuerzas armadas quienes nos protegieron durante la revolución? ¿Qué quieren esos parias en Tahrir?”, preguntó una mujer en voz alta en un centro de votación en Ciudad Nasr, en El Cairo.
Otro votante replicó: “Esos de Tahrir son hombres y mujeres jóvenes y son la razón por la cual un hombre de 61 años como yo votó en una elección parlamentaria por primera vez en su vida”.