LIMA – El jueves 5 y el sábado 7, primero el Reino Unido y luego Ecuador realizaron importantes referendos. En el caso británico había una única y sencilla pregunta: si se estaba a favor de la propuesta de que en las elecciones parlamentarias quien gane no sea (como es ahora) el que logre la mayoría simple de votos, sino quien triunfe con la mayoría de las preferencias.
Allí la complicación estaba en que el mismo día, además, se elegían a los tres gobiernos nacionales que tiene el Reino (asambleas de Gales e Irlanda del Norte y Parlamento de Escocia), a muchos municipios ingleses fuera de Londres y a los del Ulster, e incluso a algunos alcaldes y parlamentarios.
En el caso ecuatoriano, sólo se votaba por 10 preguntas, aunque éstas de por sí eran extensas o complicadas (una mitad de carácter obligatorio y la otra consultiva).
En ambos referendos, mucha gente decidió simplificar sus respuestas como si tuviera que pronunciarse a favor o en contra del gobernante que fue quien impuso tales preguntas.
Por eso ambos procesos acabaron, en parte, como una consulta para ver si aprobaban o no al presidente ecuatoriano Rafael Correa (quien convocó a éste para buscar levantar su autoridad y prerrogativas tras el motín policial del 30 de setiembre pasado) o al vice-primer ministro británico Nick Clegg (quien puso como su requisito central para crear la actual coalición gubernamental con el premier conservador David Cameron el que se diera un referendo para modificar el mecanismo electoral que sólo deja dos partidos para alternarse en el poder y que le ha cerrado el poder a sus liberales durante nueve décadas).
Los tories hábilmente utilizaron a Clegg como escudo. Todo el descontento contra los recortes fiscales ordenados por Londres se concentró en él. Los liberales aparecieron como el partido que traicionaba sus promesas electorales y que merecía ser castigado. En Inglaterra perdieron casi la mitad de sus concejales y en Gales y Escocia se redujeron ampliamente.
Cameron ganó el referendo transformando a éste en uno a favor o en contra de su socio Clegg o de que haya gobiernos de un solo partido o de coalición.
Mientras que en Reino Unido se sabía desde antes del inicio de los conteos que el No iba a sacar el doble de votos que el sí, en Ecuador la situación no es tan clara a un día del cierre de las ánforas.
Correa. Inicialmente él estimaba que ganaría éste por amplio margen y las primeras encuestas a boca de urna le daban un triunfo «a la británica» de 2 a 1. No obstante, cuando la corte electoral ecuatoriana sólo ha publicado un tercio de los votos, la situación es más compleja.
En la mitad de las provincias ganan los Sí y en la otra los No. A nivel general, los Sí vienen triunfando pero con menos del 50% y a poca distancia de los No, que siempre superan el 40%, mientras que los nulos/blancos son de al menos un 10%.
Aún es prematuro hacer un análisis final. El presidente ecuatoriano, si bien podrá festejar triunfos, ha evidenciado cierto desgaste. Si él ganase, no lo habría hecho dando correazos a sus adversarios.