Cuando nadie creía en la posibilidad del empate, cuando ya el público se retiraba de las graderías y la prensa del Río de la Plata hablaba de “la recuperación del equipo de Alfio Basile” por la victoria que, hasta el minuto 92 del partido iba consiguiendo la selección argentina en la cancha del Estadio Monumental de Lima, Juan Vargas quiso revelarse contra la realidad. Era septiembre del año 2009 y Perú caía en casa ante el gigante albiceleste que contaba entre sus estrellas al deslumbrante Lionel Messi.
El partido había sido duro y el reloj ya no daba tregua. En un escenario tan adverso, sólo un “Loco” podía atreverse a hacer lo que Vargas hizo. Recuperó el balón casi en el área peruana, dio un pase de trámite a Hernán Rengifo -quien le devolvió el balón ya en carrera- y, con un corazón inmenso, el volante de la Fiorentina se sacó de encima a cuanto marcador argentino se le puso en el camino y no paró hasta llegar al borde del área contraria desde donde descargó un centro rasante para Johan Fano quien, en el último suspiro, marcó un gol que se gritó a hasta la afonía a lo largo de todo el Perú.
Era 1970, había una auténtica fiesta del fútbol en México. El mundial se desplegaba a todo color y la expectativa nacional era inmensa ante la evidencia de una oncena peruana maravillosa. Sin embargo, la naturaleza no dio tregua y un terremoto golpeó no sólo a la región Ancash -con un elevado saldo trágico en vidas perdidas y destrozos materiales incalculables-, sino los corazones de todos los peruanos, especialmente de aquellos que debían salir a representar al Perú sobre una cancha de fútbol. El rival era Bulgaria y parecía que aprovecharía muy bien el ánimo golpeado de los nuestros. Rápidamente los europeos se pusieron arriba en el marcador por 2 a 0. Cuando parecía que la debacle era absoluta, el gran Alberto Gallardo logró sacar un remate que logró el descuento. Minutos después, el ‘Cholo’ Hugo Sotil fue trabado en el borde del área rival después de elaborar una jugada endemoniada. La falta fue pitada y hubo un capitán que se reveló contra la realidad. Héctor Chumpitaz se puso frente al balón con decisión para patear el tiro libre. Sólo él sabe en quién o qué pensó. Tomó vuelo y lanzó un auténtico misil –tan concentrado estaba que incluso resbaló después de golpear el balón- que se clavó al fondo de las mallas del portero búlgaro. Habíamos empatado. Minutos después, la épica sería completa gracias a un golazo de Cubillas que definió la remontada.
Héctor Chumpitaz y Juan Vargas pertenecen a generaciones distintas pero provienen de una misma estirpe. Uno fue gloria absoluta de una ‘Generación Dorada’ del fútbol peruano; el otro es el caudillo en la cancha de un grupo que tiene, como nunca, hambre de gloria. Ambos demostraron pasión y entrega en los momentos más adversos. Pasado y futuro de nuestro fútbol, ambos vistieron y visten la camiseta peruana que esta vez Umbro se encarga de honrar trayendo de la memoria el modelo que representó a toda una generación. La camiseta roja de Perú saltará a las canchas nuevamente, esta vez con toda la especialización y diseño que sólo la filosofía Tailored by Umbro sabe dar. Porque Héctor Chumpitaz, Juan Vargas y Umbro, son un solo equipo dispuesto a cambiar la historia.