Sus actuales 8,5 hectáreas de superficie, la mitad del espacio que consagra a sus torneos el Abierto de Australia o Wimbledon, lo han convertido en el más reducido de los cuatro grandes. Además, ninguna de sus pistas tiene reparos a la lluvia, constante compañera de la capital francesa y encargada de interrumpir una y otra vez los partidos para desesperación de tenistas, periodistas, televisación y anunciantes.
La votación será entre cuatro proyectos que agotan sus últimas energías para ganarse la simpatía de quienes decidirán dónde se levantará la Copa de los Mosqueteros desde 2016. El proyecto para conservar las actuales coordenadas, defendido a capa y espada por el alcalde de la capital, Bertrand Delanoë, contempla dotar a la pista Philippe Chartier de una cubierta retráctil similar a la de la Caja Mágica de Madrid e, incluso, a la Suzanne Lenglen, y una nueva pista para 8.000 aficionados.
También propone ampliar la superficie en cinco hectáreas, es decir, un 60 por ciento, donde se edificarían 2.500 metros cuadrados de locales para público y patrocinadores en una nueva concesión de 99 años, que llegaría acompañada de una subvención de 20 millones de euros, a parte de los cerca de 250 que se invertirían en la remodelación.
Roger Federer y Rafael Nadal, se encuentran en el grupo de aquellos que han mostrado su apoyo para conservar ochenta años de leyenda del tenis en la capital francesa. “Roland Garros es parte de la historia. No puedo imaginármelo en otro lado”, declaraba recientemente a Le Monde el español número uno del ránking mundial. Sin embargo, ampliar las actuales instalaciones no cuenta con un apoyo unánime.
El principal escollo proviene desde las filas ecologistas, que rechazan que el ensanche de Roland Garros asalte el cercano Bosque de Bolonia (la mayor zona verde de la capital) y que se niegan a que la transformación del torneo arrample con las 5.000 plantas que albergan los Invernaderos de Auteuil, obra de Jean-Camille Formigé.
Los dos grandes oponentes son Versalles y Marne-La-Vallée. El primero, a 19 kilómetros de la capital, mantendría un nombre valorado en términos de marca, gracias al célebre y homónimo palacio, tendría un coste de entre 500 y 800 millones de euros, ofrecería una pista central con cubierta retráctil y dispondría de un espacio de 35 hectáreas.
El segundo, habilitaría 55 pistas en 35 hectáreas con tres canchas centrales de las que dos tendrían techo retráctil y a un coste de unos 500 millones de euros, pero a 35 kilómetros de la capital, cerca de las instalaciones de Eurodisney.
Se baraja también desplazar el Grand Slam hasta Gonesse, al norte de la capital, donde por 473 millones de euros se instalarían tres pistas centrales con cabida para 18.000, 12.000 y 8.000 espectadores, la primera también con posibilidad de cubrirse, en una superficie de 32 hectáreas, aunque la falta de carisma del lugar podría mermar sus posibilidades.
El actual enclave de la competición sobre tierra batida más importante del mundo se ha quedado estancado en el siglo pasado y la Alcaldía de París, que en 2015 perderá la concesión que le vincula con el Grand Slam, lucha por mantener en sus dominios el proyecto para diseñar el Roland Garros de lo que queda de siglo XXI. (EFE)