Libia y Líbano han sido dos polos contrapuestos dentro del Medio Oriente. Mientras Libia fue la única de las 3 grandes repúblicas árabes que tuvo cierta estabilidad y “paz” interna (y sólo dos mandatarios en su historia como Estado independiente: el rey Idris de 1951 a 1969 y Gadafi de 1969 hasta hoy), Líbano, la república árabe más chica de todas, ha conocido desde 1975 sangrientas guerras civiles u ocupaciones de al menos siempre uno de sus dos vecinos.
Hoy, sin embargo, las tablas parecen voltearse. Líbano logró acabar con la intervención israelí (aunque no de la siria) y semiestabilizar una difícil democracia multipartidaria y multiétnica. En cambio, Libia -que venía siendo una de las naciones africanas más homogéneas desde el punto de vista regional, religioso, étnico y lingüístico- viene siendo hoy sacudida por la primera guerra civil que estalla en el mundo islámico en lo que va de esta década.
Es más, si el conflicto libio se agudiza, hay el riesgo de que este enorme territorio se convierta en un nuevo Líbano desangrado por fracciones armadas y tropas extranjeras.
Mientras Líbano fue la Suiza árabe, muy culta y llena de bancos y negocios, Libia nació como un empobrecido reino de nómades semifeudal y semidesértico. Beirut fue la pujante capital de la república libanesa que era la más europeizada del mundo árabe en cuanto a religión, lengua, cultura, sociedad y política, la cual, desde 1969, tuvo con Gadafi la dictadura petro-nacionalista más antioccidental de la región.
Si Líbano es el país árabe más multiétnico (tiene 4 grandes comunidades: cristianos, chiitas, sunitas y drusos), Gadafi homogeneizó étnicamente a su país expulsando a italianos y arabizando a bereberes.
La guerra civil libanesa se dio ligada al conflicto israelí-palestino (ese país recibió muchos refugiados palestinos y también represalias hebreas) y en torno al choque entre credos.
Si bien en la guerra civil libia deben jugar un rol importante las luchas entre clanes y regiones, en ésta la pugna entre comunidades y religiones no juega un factor esencial, como sí lo juegan fracciones políticas: desde los que quieren que Libia sea una democracia como Líbano quiere ser, hasta quienes quieren que ésta sea un nuevo Afganistán como paso previo hacia un Estado a lo talibán.