El presidente de Egipto, Hosni Mubarak, se aferraba al poder el sábado mientras manifestantes se tomaron nuevamente las calles para exigir su renuncia.
Mubarak ordenó en la víspera que tropas y tanques se desplegaran en El Cairo y otras ciudades del país, e impuso un toque de queda a fin de calmar las protestas que han sacudido a la nación más poblada del mundo árabe, un aliado clave de Estados Unidos.
Al menos 24 personas perdieron la vida y 1.000 resultaron heridas en enfrentamientos el viernes entre manifestantes y la policía, que disparó balas de goma, gas lacrimógeno y usó sus bastones, dijeron fuentes médicas.
Mubarak apareció en televisión el viernes por la noche para exhortar a la calma y prometió abordar las demandas populares. Removió a su gabinete, pero dejó en claro que pretende quedarse en el poder.