La lluvia persistente se detuvo el domingo y permitió que los helicópteros de socorro llevaran comida y agua a algunos de los barrios enterrados por toneladas de lodo tras los aludes que mataron al menos a 626 personas al norte de Río de Janeiro.
Las nubes de tormenta se abrieron y una decena de helicópteros se internaron entre los picos afilados de las montañas verde esmeralda, a unos 65 kilómetros (40 millas) de Río.
“La prioridad es rescatar a la gente que sigue aislada”, dijo Alexandre Aragon, director de la Fuerza Nacional de Seguridad Pública. “Tenemos que aprovechar esta mejora del clima para ayudar a la gente en estas zonas remotas que se derrumbaron”.
Sin embargo, los helicópteros no estaban evacuando gente en lo inmediato de las zonas que están en peligro de más aludes si vuelve a llover. Por ahora, las aeronaves llevaban provisiones a todos los lugares posible para intentar que más gente sobreviva a la tragedia.
El desastre ocurrió la madrugada del miércoles, cuando tras varios días de lluvia fuerte toneladas de lodo, piedras y aguas barrieron las laderas y los poblados en un área de unos 2.330 kilómetros cuadrados (900 millas cuadradas).
La cifra de muertos era de 626 hasta el domingo, pero los funcionarios temen que pueda aumentar severamente a medida que se encuentren cuerpos en las zonas remotas donde no han llegado los socorristas.
Tras cuatro días, no se esperaban rescates milagrosos de la gente enterrada por el lodo, dijo el jefe de la policía local Anderson Correia de Oliveira. “No hay esperanzas de encontrar a nadie vivo”, dijo. “No es como un terremoto, la gente atrapada se ahogó. No hay rincones con aire”.
Los sobrevivientes, desesperados, se quejaban de que no haber recibido ayuda y el gobierno de todos los niveles ha sufrido críticas por su lentitud para reaccionar.
Sin embargo, Oliveira y otros remarcaron que llegar a las zonas más aisladas era imposible hasta el domingo. Sobrevolar la zona es difícil aún con buen clima, señaló y el cielo estuvo cargado de nubes bajas hasta ahora.
Por eso, mucha gente se ha tenido que rescatar a sí misma, caminando varios kilómetros desde sus barrios al centro de Teresópolis para buscar provisiones.
Durante días, hombres y mujeres mojados y llenos de lodo, algunos descalzos, transportaban bolsas de supermercados con suministros básicos para aquellos que estaban demasiado débiles como para hacer el peligroso viaje colina abajo hacia la ciudad.
Muchos pobladores parecían resignados a que no recibirían ayuda y a quedarse en las zonas en peligro de nuevos deslizamientos.
La presidenta Dilma Rousseff asignó asistencia por 60 millones de dólares al estado de Río de Janeiro y las localidades más afectadas. El ministro de integración nacional Fernando Bezerra dijo que la mitad del dinero estaría en las cuentas de los gobiernos locales el lunes, a seis días del desastre.