En los años 90 esta torre construida en la Toscana en 1173 estuvo al borde del derrumbe. Se inició entonces un proceso de reparación cuya última etapa, la de limpieza, arrancó en el año 2002.
Antes se hicieron también trabajos de estabilización para evitar que el peso y la altura de la construcción acentuaran su inclinación.
El monumento fue erigido en tres perídodos a lo largo de 200 años. Campanarios similares a éste existen en muchas ciudades italianas pero el de Pisa es famoso porque, además de su gran belleza, empezó a inclinarse a poco de iniciada su construcción y pese a ello fue completado. Su altura es de 55,7 a 55,8 metros, su peso de unas 14.700 toneladas y la inclinación de 4°. La torre tiene 8 niveles compuestos de una base de arcos ciegos con 15 columnas, 6 niveles con un anillo externo de columnas y termina en un campanario. La escalera interna en espiral tiene 294 escalones.
“Las columnas de la torre están decoradas con numerosos motivos de plantas y animales pero la sal marina que traen el viento y el agua de lluvia y se estanca en ciertos lugares a causa de la inclinación habían dañado muchos de ellos”, explicó a la agencia AFP Marco Berettini, uno de los diez restauradores que trabajaron en el histórico lugar.
La cercanía del mar, a sólo 12 kilómetros, no es el único problema. Además de quitar la sal, también hubo que borrar las huellas dejadas por las palomas y los grafitti dibujados por los visitantes. En total, se limpiaron 8 mil metros cuadrados de superficie.
Pese a los trabajos en curso, el acceso a los turistas no estuvo cerrado desde el 2002. Esto implicó que algunas obras debieron hacerse durante la noche, pero justamente gracias al flujo de visitantes -cientos de miles cada año- pudo financiarse la restauración que costo 30 millones de euros.
La torre, declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco, mostrará su nueva cara desde el próximo 15 de diciembre.