Con la finalidad de difundir la milenaria historia, el patrimonio cultural y las tradiciones de la provincia de Jauja, así como promover los destinos turísticos, folclore y gastronomía de la Primera Capital Histórica del Perú, la Dirección Regional de Comercio Exterior y Turismo (DIRCETUR) del Gobierno Regional de Junín, a través de su Proyecto Jauja Monumental, presentó el libro “Jauja, pedacito de cielo”, edición de 160 páginas que se constituye en un verdadero libro de colección para los peruanos.
En la ceremonia, que se llevó a cabo en el auditorio de PROMPERÚ, en el distrito de San Isidro, estuvieron presentes Vladimiro Huaroc Portocarrero, ex presidente regional de Junín; Pedro Olivera, en representación del ministro de Cultura; José Luis Álvarez Ramos, director regional de Comercio Exterior y Turismo (DIRCETUR) de Junín; el jaujino Edgardo Rivera Martínez, coautor del libro y miembro de la Academia Peruana de la Lengua; el también jaujino Manuel Miljanovich Castilla, ex director del Instituto de Investigaciones Psicológicas (IIPSI) de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), entre otras personalidades.
El libro “Jauja, pedacito de cielo” es una edición de colección que muestra las vivencias de los jaujinos y cómo ellos tratan de recuperar sus tradiciones y costumbres, con el único fin de que lo suyo sea admirado a nivel nacional e internacional. El libro recoge con magistral detalle, una vasta información de la historia, cultura, el variado patrimonio de Jauja y su potencial como destino turístico.
Esta obra cumbre de Jauja se divide en ocho capítulos. El primero, a cargo del escritor e investigador Edgardo Rivera Martínez –autor de “País de Jauja”, catalogada como la obra peruana más importante de la década de los noventa–, se denomina “El paisaje de Jauja” y trata sobre el paisaje natural de la provincia y su influencia en el comportamiento de la población.
El segundo capítulo, titulado “Jauja, epicentro turístico del centro del país”, estuvo a cargo del titular de DIRCETUR – Junín, Lic. José Luis Álvarez Ramos, quien describió el patrimonio cultural inmaterial y material de la provincia y su aporte al desarrollo turístico del departamento. El tercer y cuarto capítulos, “El proceso histórico de Jauja” y “El patrimonio arquitectónico y artístico de Jauja”, fueron escritos por Carlos Hurtado Ames, Nicolás Hinostroza y Hebner Cuadros.
El quinto capítulo, “Jauja, universo de tradiciones populares” es un informe de Manuel Ráez Retamozo, catedrático de la Pontificia Universidad Católica del Perú, en el cual se aborda el tema de las danzas, gastronomía, costumbres y tradiciones de la provincia. En el sexto capítulo, titulado “Crónica del amor crónico: Un relato sobre Jauja”, el literato Sergio Castillo Falconí cuenta cómo el ciudadano de Jauja, por amor a la tierra donde nació, rescató su patrimonio (danzas, folclor y otras tradiciones).
Finalmente, “Recorrido hacia la selva de Jauja”, a cargo de Carlos Hurtado Ames, es el séptimo capítulo, mientras que el octavo y último capítulo es un calendario festivo de la provincia. En suma, en las páginas de “Jauja, un pedacito de cielo”, los autores han retratado el futuro de una ciudad nueva que rezuma cultura y arte, gracias a la recuperación de la Iglesia Matriz, los jirones Junín y Grau, la capilla de Cristo Pobre y la restauración de los retablos del altar mayor de la Catedral.
La milenaria historia de Jauja
Jauja es una de las ciudades con mayor historia en nuestro país, pues su origen cultural se remonta a miles de años antes de la era cristiana. Investigadores peruanos, a través de una serie de trabajos arqueológicos, han establecido que en Jauja se constituyeron asentamientos matrices con una antigüedad impresionante (año 4850 antes de Cristo), especialmente en el abrigo rocoso de Tuntaya, probablemente el sitio de ocupación humana más antiguo de la sierra central del Perú.
De igual modo, Jauja se constituyó en la sede de la primera sociedad agroalfarera organizada, que se instaló en la aldea de Ataura Pata, allá por el año 800 antes de Cristo. Sin embargo, la era precolombina más importante en la historia de Jauja es la que correspondió a las etnias de los xauxas y los huancas. Los primeros estuvieron concentrados en el extremo norte de la región, incluyendo el valle de Yanamarca, mientras que los huancas se ubicaron en el extremo sur. Ambos grupos étnicos se diferenciaban entre sí por las vinchas que llevaban en la cabeza: los xauxas la usaban de color rojo, mientras que la vincha de los huancas era negra.
Históricamente, ambas etnias han sido confundidas por los investigadores debido a la gran similitud de su cultura material; sin embargo, los xauxa alcanzaron un mayor desarrollo regional; prueba de ello fueron sus sofisticadas ciudadelas de Tunanmarca y Huajlasmarca. Este desarrollo sólo pudo ser interrumpido por la llegada de los incas al valle. Fueron precisamente los incas quienes formaron el centro administrativo de Hatun Xauxa, que según los historiadores, fue la segunda más importante ciudad inca, después del Cuzco.
Refieren los cronistas de la época que en Hatun Xauxa, tierra fértil para la agricultura y la ganadería, también existía una inmensa cantidad de riquezas en oro y plata, situación que habría originado el especial afecto que tuvo el inca Huayna Cápac hacia ese centro administrativo, en donde ordenó construir un palacio en cuyo jardín podían verse no solamente plantas, sino también figuras de oro.
Patrimonios inmateriales de Jauja
El elegante y aristocrático carnaval jaujino es único en el valle del Mantaro e incluso es considerado un arte. Se trata de un baile de pareja, cuyos integrantes tienen la libertad de expresar sus movimientos de manera creativa. Según Edgardo Rivera Martínez, uno de los autores del libro “Jauja, un pedacito de cielo”, el carnaval de Jauja más parece un baile de salón que una danza popular.
En este tradicional baile, el varón invita a la dama a cogerse de su brazo derecho y, a la vez, ubica su mano a la altura del pecho; la mano izquierda la acomoda hacia atrás a la altura de la cintura. La dama, suavemente, se coge del antebrazo del varón con la mano izquierda y, con la derecha, sujeta el faldellín, cogiendo uno de los pliegues delanteros donde empieza la hilera de las cintas, levantándolo de manera delicada hasta el nivel de la cintura, dejando entrever los blancos y almidonados fustanes.
Cabe destacar que el carnaval jaujino tiene dos momentos: la entrada de muliza, en la que el ritmo es más cadencioso y elegante, donde la dama baila con el brazo izquierdo ligeramente estirado y los requiebros son más alargados. El otro momento del baile es el huayno, que tiene un ritmo más alegre, dulce y a veces sentimental, con pasos más cortos.
Por su parte, la tunantada es una fiesta sumamente compleja que involucra muchas cosas, desde la representación del baile, la transformación con las máscaras, las diversas formas de resistencia cultural presentes en la música que ejecutan las orquestas típicas, hasta los múltiples debates por la búsqueda de una “autenticidad” en la ejecución del baile y en la vestimenta; y la negociación y reafirmación de identidades.
Básicamente, la tunantada está inmersa en lo más profundo de la manera de entender la vida y de afrontar el tiempo en los jaujinos. Se la puede definir, en líneas generales, como una expresión simbólica de cultura popular relacionada, en forma relativa, con la naturaleza social y la posición estructural de los individuos en un presente, y con su pasado histórico y cultural.
De otro lado, la pachahuara (término quechua que significa “amanecer en la tierra”) es una danza muy antigua bailada por todo el pueblo, sin límites de género ni de edad, especialmente en el valle de Yanamarca (distrito de Acolla) y en el valle del Yacus (distrito de Pancán). Es una danza para gente de toda condición económica, cuyos requisitos en cuanto a vestuario no son tan exigentes. En Acolla, la pachahuara es el punto de atracción durante la Pascua de la Navidad, en homenaje al nacimiento del Niño Jesús. Se trata de una alegoría a la libertad, que alude a la liberación de los negros de la esclavitud, por orden del mariscal Ramón Castilla y Marquesado.
El patrimonio vivo de Jauja es impresionante y se representa mediante bailes y danzas en el sistema de fiestas de la provincia. La gran variedad de climas que existe en Jauja, hace posible que exista también una gran variedad de paisajes que permiten realizar todo tipo de turismo vivencial posible. La escalada en roca en el Cañón del Shutjo, ciclismo de montaña en las llanuras de Llacuaripampa, trekking por el camino inca Tarma–Jauja, son algunos de los ejemplos más representativos.