Cuando hace unos meses el Comité falló el premio, Liu, de 54 años, lo dedicó desde su celda a las “almas perdidas” durante la dura represión de las protestas a favor de la democracia que se realizaron en 1989 en la plaza de Tiananmen, en Pekín.
El presidente del Comité, Thorbjoern Jagland, ha comparado la ausencia del disidente en la ceremonia con la de otros destacados disidentes que tampoco pudieron recibir personalmente el galardón, como Aung San Suu Kyi, Andrei Sajarov o Lech Walesa. Liu ha estado representado en el acto por una silla en la que se había colocado una fotografía suya y donde después se ha depositado el premio.
La actriz noruega Liv Ullmann ha leído un discurso que pronunció Liu ante el tribunal que le juzgó en diciembre de 2009, en el que auguró una China en la que “los Derechos Humanos estarán por encima de todo” y el país “estará gobernado por las leyes”.
El disidente dijo entonces que esperaba “ser capaz de trascender” sus “experiencias personales” para “contrarrestar la hostilidad del régimen con la máxima buena voluntad y para disipar el odio con amor”.
El Gobierno chino ha llevado a cabo lo que el Comité Nobel ha descrito como una campaña sin precedentes para convencer a los distintos países de que no enviaran representantes a la ceremonia de Oslo. Según Pekín, la “inmensa mayoría” de los países han seguido su consejo, pero el Comité ha dicho que han asistido dos terceras partes de los invitados.
Entre los ausentes se incluyen Rusia, Kazajistán, Arabia Saudí, Argentina, Túnez, Pakistán, Serbia, Irak, Vietnam, Irán, Afganistán, Egipto, Sudán, Cuba, Marruecos y Argelia.