Como ocurre cada año, los cementerios de la capital se convierten hoy, Día de Todos los Santos, en epicentros de masiva concurrencia de público y depositarios de ingentes cantidades de flores multicolores con que se adornan las tumbas y nichos, además de servir de ocasión para compartir un almuerzo regional o hacer un brindis en honor del familiar que partió al encuentro del Señor.
Los cementerios El Ángel y Presbítero Maestro de la Beneficencia Pública de Lima, el Baquíjano y Carrillo de la Beneficencia del Callao; La Regla, ubicado también en la Provincia Constitucional; así como los privados Jardines de la Paz, Campo Fe, El Sauce, entre otros camposantos privados, fueron los más visitados por público de todas las edades que, ataviados con ramos de flores, elevaron una plegaria en recuerdo de su ser querido.
La masiva movilización y peregrinaje, acompañados por largas colas en las puertas de ingreso y salida de los camposantos, generó congestión vehicular en los alrededores de los cementerios durante la jornada de hoy.
En las calles se apreció a personal de la Policía Nacional y a miembros del Serenazgo para garantizar la seguridad ciudadana. A ellos se sumó la presencia de ambulancias y personal médico y auxiliar de los municipios provinciales de Lima y del Callao listos para intervenir en caso de emergencias de salud.
Asimismo, como es habitual, se observó la masiva venta de flores -cuyo precio se elevó de manera significativa-, así como de estampas religiosas de todo tamaño y la infaltable presencia de vendedoras de comida regional, entre las que destacaban las sopas y caldos de gallina, cabeza de res y cordero, patasca, entre otros, además de el clásico chicharrón de cerdo y viandas diversas.
En los cementerios ubicados en distritos como Comas y Villa María del Triunfo, la visita del público en esta fecha especial estuvo acompañada del tradicional “compartir” en memoria del familiar enterrado allí, en donde los familiares degustan un plato especialmente preparado para la ocasión –se trata, muchas veces, de aquel potaje que le gustaba en vida al difunto- y luego se brinda con alguna bebida alcohólica, que puede ser cerveza, chicha de jora o vino.
Para amenizar la visita y el compartir, los familiares llevan a un conjunto de música, por lo general vernacular, que por un pago que bordea los 30 nuevos soles, entonan durante una hora melodías que traer el recuerdo los mejores momentos vividos con el familiar que ahora descansa en el cementerio.
Uno de los cementerios más concurridos es El Sauce, en San Juan de Lurigancho, convertido en el epicentro de una manifestación mágico-religiosa.
Dicho camposanto surgido de la clandestinidad hace más de 50 años y con inauguración oficial hace 15 años, alberga a más de 35 mil nichos y fosas.
En este Día de Todos los Santos logra reunir en las faldas de un cerro prehispánico a más 150 mil personas entre vivos y muertos.
Alrededor de las tumbas, varias cajas de cerveza, platos de pachamanca, arroz con pollo, o los clásicos tallarines de pollo, acompañan a los familiares en el responso anual en honor al querido difunto.
Después de todo, la muerte no es el final que muchos imaginan, sino un hecho que forma parte de la existencia y, como indica un dicho popular: “Solo moriré el día que me hayan olvidado”.