Solución salomónica para lo que hace 18 años desató un baño de sangre en India. Así fue la sentencia del tribunal de la ciudad de Allahabad que debía pronunciarse sobre si era musulmán o hindú el lugar donde se levantaba desde el siglo XVI la mezquita de la ciudad de Ayodhya (norte del país) hasta que una turba de radicales hindúes la destruyó en 1992. Los jueces dictaminaron ayer que el terreno debe ser dividido en tres partes: dos para los hindúes y una para los musulmanes.
Para prevenir que el dictado de los jueces encendiera de nuevo la violencia comunal que en 1992 dejó al menos 2.000 muertos, el Gobierno desplegó en los últimos días tanto en la zona como en otros lugares religiosos sensibles 200.000 miembros de los cuerpos de seguridad. Nada más conocerse la sentencia, el primer ministro indio, Manmohan Singh, hizo un llamamiento a la “calma y la tranquilidad”. Pese a la tensión reinante, no se produjeron enfrentamientos.
Tanto la tanto la parte musulmana como la hindú anunciaron que apelarán la sentencia ante el Tribunal Supremo de India. Su fallo puede tardar décadas en pronunciarse. El proceso se inició en 1949.
India, que se encuentra empeñada en el desarrollo económico del país, se jugaba en esta sentencia su imagen internacional. Como nueva potencia emergente -interesada en atraer inversión extranjera tanto de los países del golfo Pérsico como de Estados Unidos, Rusia o Europa-, Nueva Delhi apuesta por reforzar los principios seculares de su Constitución y por proyectarse internacionalmente como un país moderno y pacífico.
El disputado terreno tiene una extensión de 25 hectáreas. En los dos tercios asignados a los hindúes se encuentra la tienda que colocaron los gurús (maestros espirituales de esa religión) en el supuesto sitio exacto en que nació Rama.
“La mayoría del tribunal dictaminó que la zona donde se levantó la tienda es el lugar del nacimiento de Rama”, declaró el abogado de la parte hindú, Ravi Shankar Parsad. El tribunal estaba compuesto por tres jueces: dos hindúes y un musulmán.