Los especialistas trabajaron para evitar cuadros de trombosis, hipertensión y ataques de pánico aunque no pueden descartar que padezcan esos síntomas. De surgir inconvenientes, la cápsula Fénix realizará un redescenso controlado.
Según indicó el titular de la cartera de Salud, Jaime Mañalich, el mayor peligro al que pueden someterse es que padezcan un ataque de pánico durante el izamiento. “Esto se puede producir porque subirán en un vehículo que se desplaza por roca viva y cuyo flujo no es simétrico, además soportando vapor de agua con una temperatura de 30 grados”, explicó.
Por esa razón, las cápsulas Fénix pueden ser redescender controladamente por el propio obrero mientras que, si en el trayecto a la superficie, surgiera algún problema de atascamiento, se podrá activar unas palancas que se encuentran en la parte superior de la cápsula y desenganchar la parte de arriba. El resto de la máquina podría bajar nuevamente hacia la mina con la ayuda de unas ruedas exteriores.
Además, según indicó Mañalich, los hombres que llevan 68 días atrapados a más de 700 metros de profundidad pueden sufrir mareos y descompresión arterial y, una vez en la superficie, podrían chocar con el ambiente. Para veitar esas consecuencias médicas, se les asignó un régimen de comida especial con ácido acetilsalicílico, aspirina en baja dosis -que evita la generación de una trombosis- y sal -para la baja de presión arterial, esterilizada para prevenir infecciones gastrointestinales.
Una vez que alcancen la superficie, serán estabilizados en un hospital de campaña. Allí recibirán los primeros cuidados, como suero o antibióticos. Después, serán trasladados a unos compartimentos, semejantes a pequeños apartamentos, donde se reencontrarán con uno de sus familiares. Luego, viajarán en helicóptero al Hospital de Copiapó, donde los espera toda un ala especialmente acondicionada.
Infobae