Tradicionalmente en el Reino Unido a los pocos minutos del cierre de las elecciones se puede predecir quien va ser el nuevo gobierno y al día siguiente se posesiona (o sigue en el puesto) el primer ministro.
Sin embargo, tras los comicios del jueves 6 de mayo no se puede asegurar quien va a regir a este país. El sistema británico está diseñado para asegurar que un partido gane y gobierne con la mayoría parlamentaria absoluta. Ahora, por primera vez tras 1929 y 1974, ninguna fuerza llega al 50% de la casa de los comunes.
Según la norma el primer ministro debe renunciar si el principal partido opositor logra más de la mitad del parlamento. De acuerdo a los primeros sondeos post-electorales los conservadores ganaron en las urnas pero han quedado con solo un alrededor del 45% de la cámara baja. Esto implica que el actual primer ministro es quien tiene la primera prioridad para ver si puede organizar el nuevo gobierno.
Gordon Brown ahora debe buscar llegar a un acuerdo con la tercera fuerza (los liberal-demócratas) y para eso les ha venido tentando con la principal reforma que ese partido urge: la introducción de formas de representación proporcional. Sin éstas los partidarios de Clegg nunca podrán aspirar a dejar de ser la eterna Cenicienta de todas las elecciones.
Los laboristas les dicen a los liberales que ambos son cercanos en temas económicos y en cambiar la manera en la cual funciona el parlamento y que juntos son los únicos capaces de hacer un gobierno estable y fuerte.
Mientras los ‘tories’ dirán que el público pidió cambio y rechazó a Brown, el primer ministro puede retrucar que los conservadores solo agrupan a poco más de un tercio del electorado y que él podría mantenerse en el poder en base a una alianza de dos partidos que juntos superan el 60% de los votos.
Teóricamente la indecisión podría demorar casi 2 semanas, pero el bajón de la bolsa de Nueva York y las protestas griegas pueden poner nerviosos a los mercados quienes presionen para una rápida solución.
Los liberales siempre se han quejado de que este sistema electoral le da plenos poderes a un partido que puede tener hasta menos del 40% de los votos, pero esta vez ellos, pese a quedar terceros, son quienes retienen el poder de decidir si Brown sigue en el poder o si le remplaza Cameron.
Clegg no logró que su partido avance mucho en votos o en escaños pero él se ha logrado convertir en el gran elector. Antes de que la reina escoja cual va a ser el nuevo primer ministro Clegg se convierte en una suerte de rey quien tendrá en sus manos el poder decidir el nuevo gobernante.
Isaac Bigio