El Madrid se paseó por Toronto, goleó y dejó buenas sensaciones. Sólo fue un partido amistoso y ante un rival discreto, pero mostró orden y garra y avisó de que el nuevo cóctel de estrellas puede funcionar muy bien. Debutaron Kaká -luego, Xabi Alonso- y pareció haber jugado toda la vida junto a Guti, Raúl y Cristiano Ronaldo. Cómodos todos con un Benzema de pivote potente para combinar delante y un depredador defensivo como Lass detrás.
Había referencias de que el Madrid de los 300 millones (o cerca) sólo encandilaba, de momento, por sus nuevos nombres. A orillas del lago Ontario, prometió. Pellegrini aún tiene un grueso problema para cumplir las máximas expectativas que sólo valdrán a esta inversión multimillonaria, pero con esos mimbres le hará más falta psicología que táctica o técnica. Puede bastarle un “jueguen como saben”.
Hubo una disculpa inicial antes de que brillaran las estrellas. El césped, de hierba natural como exigía el Madrid, se colocó en placas encima del artificial donde juega el equipo local. No podía ser perfecto. Ya se quejó Guardiola de lo mismo en Seattle. Pero, mientras el Barcelona pareció jugar solo desde el principio, al Madrid, ante un rival similar, le costó. No acababa de tener el balón.
Casillas salvó un error de Lass, el único, a los cinco minutos. Inmediatamente, Guti se aprovechó de otro fallo y el árbitro no pitó un penalti clarísimo a Kaká. El Madrid estaba vivo, con garra, pero también el rival. Necesitaba centrarse. Y entonces surgió Raúl. Aún él, eterno, para marcar el primer gol y silenciar el bullicio de las gradas y del césped.
Poco después llegó Cristiano, al que quizá simpatizantes del Manchester le pitaron al principio. Cabeceó hacia Benzema, que le dejó un servicio espléndido. Primer gol de jugada, no de penalti, y sonrisa abierta.
No era para menos. Kaká apareció pronto con sus largos recorridos, a gusto con el luso y con Raúl; a gusto con Guti, que tuvo el protagonismo central de su clase entre maestros. Un pase suyo que casi caza Kaká arrancó los mayores aplausos. El Madrid puede ser una máquina difícil de parar.
Después, entre el descanso y la hora de juego, carrusel de cambios y ya más empuje que juego. Entró Xabi Alonso, tocó como sabe y tardó poco en meter un balón de gol a Benzema, preludio del que buscaba a pase de Negredo. Incluso le hicieron otro penalti y a Granero le salvó el portero un tiro enorme. Hasta después marcó Robben. ¿Su último gol?