La cumbre de los gobernantes de Norteamérica, la primera a la que asiste Barack Obama, arrancó ayer en la ciudad mexicana de Guadalajara sin nubarrones a la vista, después de que el presidente estadounidense desistiera de revisar el Tratado de Libre Comercio (TLC) suscrito con Canadá y México.
Obama, que había propuesto la modificación del acuerdo durante su campaña electoral, anunció la semana pasada que no existían las condiciones adecuadas para reformar el tratado, que dura ya 15 años, debido a la crisis económica internacional. Eso sin decir que los Gobiernos de México y Canadá no apoyaban una eventual modificación del acuerdo.
Los retos de la crisis, los asuntos pendientes a nivel bilateral y la seguridad en la región dominan la agenda de la cumbre que trajo ayer a Guadalajara a Obama y al primer ministro de Canadá, Stephen Harper, que fueron recibidos por su homólogo mexicano, Felipe Calderón.
La agenda pendiente entre México y Estados Unidos incluye sin embargo algunos temas espinosos. El primero de ellos tiene que ver con el TLC. Calderón esperará propuestas de parte de la Administración Obama para destrabar la férrea oposición que hay en su país a que los camiones mexicanos puedan transitar en Estados Unidos, como lo estipula acuerdo. México ha denunciado durante años el incumplimiento, sin ningún éxito.
De hecho, el viernes pasado, Cathie Adams, del Partido Republicano, reiteró en Guadalajara que los camiones mexicanos representarían un “riesgo para la población”. En marzo pasado, en represalia por la indebida prohibición, México anunció aranceles para 90 productos estadounidenses.
Además, Obama quería llegar a su entrevista con Calderón con la aprobación de fondos para el combate al crimen organizado y el narcotráfico incluidos en el llamado Plan Mérida, una iniciativa de asistencia. Sin embargo, la semana pasada, el Congreso de Estados Unidos bloqueó el presupuesto, de 100 millones de dólares, que está atado a una polémica certificación: el Departamento de Estado debe asegurarse de que la lucha anticrimen se dé con total respeto a los derechos humanos.
México, por su parte, quiere empezar a mirar más allá del Plan Mérida y empezar a revisar con qué mecanismos se podría ampliar o reforzar la cooperación anticrimen más allá de 2011, cuando termina formalmente esa iniciativa.
La cumbre de los líderes de Norteamérica durará poco menos de 24 horas en total. En la tarde de ayer (medianoche en España), el presidente Felipe Calderón tenía previsto recibir primero al canadiense Stephen Harper. Con él sostendría dos reuniones en el lapso de 60 minutos. Posteriormente, Calderón tenía programado entrevistarse en privado con el presidente estadounidense, por espacio de media hora.
Tras las bilaterales, los mandatarios celebrarían una cena en el ex Hospicio Cabañas, hoy una sede cultural que cuenta con importantes murales de José Clemente Orozco, y donde hoy lunes se llevarán a cabo las dos sesiones trilaterales y el mensaje público.
La entrevista entre Calderón y Harper se da apenas un mes después de que el Gobierno canadiense decidiera, de manera abrupta, obligar a los ciudadanos mexicanos a solicitar visa si quieren visitar aquella nación. Canadá alegó que muchos mexicanos estaban haciendo uso indebido de su política de asilo. El Gobierno mexicano le había planteado a sus pares canadienses que la visa era una solución drástica, por lo que en la víspera de este encuentro México anunció que buscará revertir ese proceso. Los canadienses ya han anunciado que no cederán.
En la agenda trilateral, los líderes discutirán sobre los efectos de la crisis económica, sobre el golpe de Estado en Honduras y sobre la amenaza de la nueva gripe en Norteamérica.