LIMA | LONDRES. Los cambios ocurridos en el país catracho (Honduras) han de afectar hondamente a la región.
Allí las acciones de uno pueden trabajar en pro de su enemigo. El giro de Zelaya hacia Venezuela hizo que sus contrincantes ganasen a los poderes judicial, Legislativo y militar para deponerlo. Empero, quienes lo derrocaron han terminado agigantándolo.
Zelaya aparece hoy como la víctima de un golpismo que se pensaba quedaría erradicado en América Latina y el Caribe y ha concitado apoyo unánime en la diplomacia mundial. Sus detractores sostienen que él apenas tenía un 30% de apoyo en las encuestas y que la consulta que él había convocado para el 27 de junio sería no legal, no supervisada y no podría alterar la ley. Si esto es así debieron trabajar para que cuando Zelaya culminase su cuatrenio constitucional fuese reemplazado electoralmente.
El golpe, en vez de lograr que el chavismo se aísle o pierda fuerza en la región, le ha potenciado. El nuevo mandatario Micheletti tendrá el apoyo de las instituciones y élites tradicionales de su país, pero está creando un foso hondo con varios de sus propios sectores populares y con toda la comunidad internacional, la cual condena al cuartelazo.
Zelaya se ha convertido en el único Mandatario de toda la región que ha sido depuesto por un cuartelazo. Si su reemplazante Micheletti se consolida en el poder se crea un precedente para que en el resto de América Latina y el Caribe mandatarios electos por los votos puedan ser sustituidos por la acción de las botas.
Si Zelaya vuelve a Honduras y lidera un movimiento social que le restituya en el
poder, ello podría generar una ola radical que se esparza por todas las Américas.
Washington debe buscar un compromiso a fin de abortar ambas tendencias.