En las primeras tres semanas de mayo el Ejército de Sri Lanka habría matado a un promedio de mil tamiles al día. Tras esa ofensiva se logró aplastar a la insurrección separatista tamil que duró más de 25 años y eliminar a toda su dirección.
Este conflicto, que puede haber aparecido perdido en una isla al sur de la India, tiene implicancias internacionales. Muestra que los inventores de las bombas humanas modernas fueron los Tigres Tamiles, del mismo credo hinduista de Gandhi, y que los principales autores de masacres que causaron más de 100,000 muertos han sido las FF.AA. esrilanquesas cuya fe es budista, como la del Dalai Lama.
Las matanzas han sido perpetuadas por una de las democracias más continuas del Asia. Uno de los sectores que más quería reprimir a la minoría tamil ha sido la ex guerrilla guevarista JVP.
Los movimientos que a nivel mundial se precian de pacifistas, democratizantes o revolucionarios han estado inmersos en una guerra que tiene elementos de odio racial.
Desde hace más de un mes los Tigres Tamiles ocupan la plaza del Parlamento británico. No importa que el gobierno les haya tildado de ser proterroristas o de que hayan sido aplastados en su país.
Su desafío podría abrir en el futuro más violencia, especialmente si Sri Lanka sólo logra recomponer su unidad estatal con mano dura.