Honduras

LONDRES. En toda América el golpe en Honduras tendrá una repercusión honda. Desde el fin de la guerra fría Manuel Zelaya es el primer presidente constitucional derrocado por las FF.AA. en América Central, una de las regiones que más violencia sufrió durante la bipolarización Washington-Moscú.

En Tegucigalpa los Poderes Legislativo y Judicial han aceptado la decisión del poder militar de deportar al gobernante electo a Costa Rica y reemplazarlo por un dirigente de su propio partido liberal: Micheletti.

Ningún país ha reconocido al nuevo mandatario y la Casa Blanca ha condenado el cuartelazo. La vecina Nicaragua sandinista es la sede de la cumbre de la comunidad centroamericana (SICA) quien repudió el golpe y hoy lo será de las citas del ALBA y del Grupo de Río en las cuales Chávez sugiere organizar una intervención militar externa para restituir a su aliado Zelaya en palacio.

La conspiración castrense hondureña fue tan bien planificada que sorprendió a un Zelaya que horas antes declaraba que la amenaza golpista había sido conjurada, y fue hecha sin ocasionar mayor derramamiento de sangre.

Mientras EE.UU. busca una salida de compromiso, Venezuela quiere aprovechar el aislamiento internacional del golpe para que Zelaya vuelva al poder con una discurso más radicalizado, tal y como pasó con el propio Chávez luego del cuartelazo que sufrió en abril del 2002.